12. Con ella... y con otra en la puerta.
Más tarde, Elian entró a la sala donde estaba Soledad. Al verlo, ella intentó sonreír, pero en su lugar una lágrima silenciosa rodó por su mejilla. Aquello le partió el alma.
Su expresión cambió. Otra vez, la furia lo invadía.
Tranquilo. Trata de calmarte. Ella te necesita. Muestra otra cara, se dijo a sí mismo, borrando cualquier signo de enojo.
Se acercó despacio, buscando las palabras correctas para acompañarla.
—¿Cómo sigues? —preguntó, mirándola a los ojos.
Soledad lo miró un instante y luego desvió la vista hacia las demás camas.
—Me duele mucho... —dijo con voz entrecortada, sobándose la costilla.
—¿Aún no te han puesto nada para el dolor? —preguntó Elian, cada vez más tenso.
Ella negó con la cabeza.
Sin perder tiempo, Elian se dirigió a los enfermeros que conversaban a unos metros.
—¿¡Ustedes qué se creen, hijos de p**a!? ¡La chica se está muriendo del dolor y ustedes aquí, charlando como viejas chismosas! ¡Hagan su maldito trabajo o esta sala se va a llenar de pacientes, y no