Daniela jamás imaginó que su vida daría un giro tan inesperado en tan poco tiempo. Lo que comenzó como una noche de desenfreno con un desconocido, terminó en un torbellino de secretos familiares y verdades perturbadoras. Al llegar a la mansión Vanderbilt, descubre que su madre es parte de una familia polígama y que su mundo de lujos y tradiciones ocultas es mucho más oscuro de lo que parece. Pero nada la preparó para la revelación más impactante de todas: el hombre con el que pasó la mejor noche de su vida no es otro que Víctor Vanderbilt, su oscuro hermanastro y el heredero de la familia. Frío, imponente y con una sonrisa cargada de peligro, Víctor parece disfrutar del retorcido destino que los ha unido. Aterrada por la verdad y la creciente atracción prohibida entre ellos, Daniela intenta huir, sin imaginar que lo hace con la semilla de Víctor creciendo en su vientre. Ahora, con un secreto que podría cambiarlo todo, deberá decidir si enfrentarse a su destino o esconderse de la única persona que jamás la dejará escapar. Porque en la mansión Vanderbilt, nada es lo que parece, y el amor puede convertirse en el más peligroso de los secretos.
Leer másHabía pasado un año desde la muerte del Nonno Lorenzo, pero la villa Machiatti no parecía estar de luto. El tiempo, lento y sabio, había hecho lo suyo. Los jardines estaban floreciendo de nuevo.Un año desde que la vida se partió en dos, y luego, como por instinto natural, comenzó a armarse de nuevo.Italia les había dado algo más que tierra y legado: les ofreció raíz.Por la mañana, la mansión se despertaba al ritmo de la rutina. Melissa salía temprano hacia el estudio de diseño, donde ya dirigía proyectos, y se había vuelto íntima de Gianni. De hecho, su nombre era marca y talento en todos sus diseños.Ángela, por petición de Bruno, se había quedado en la mansión con Aurora, y para Melissa, era lo mejor que le había pasado. Convivir con ellas era siempre reír, y tener diversión en sus ratos libres, sobre todo, porque Aurora y Ángela, habían hecho un vínculo muy especial con Luca.Luca, ya estaba en la escuela. Una escuela muy costosa, pero que había quedado como la horma para el zapa
La sala principal de la villa Machiatti nunca había estado tan silenciosa. A pesar del murmullo de conversaciones previas y de los pasos arrastrados de quienes aún procesaban el luto, el anuncio de que se leería el testamento del Nonno Lorenzo esa misma noche había paralizado a todos como un conjuro inesperado.Bruno bajó con Melissa a su lado, aun con el rostro ensombrecido por el luto, pero con el porte firme.—¿Por qué tan rápido? —susurró una de las tías desde el fondo.—Ni siquiera hemos terminado de llorarlo… —añadió Laura.—Esto es una falta de respeto —dijo alguien más, apenas disimulando el enojo.Pero cuando Bruno cruzó el umbral, todos se callaron.Melissa lo notó al instante: no era miedo, era reconocimiento. El nieto preferido del Nonno había llegado y traía en sus pasos la sombra del patriarca. Detrás de él venía un hombre delgado, con un maletín de cuero y lentes gruesos, que se presentó sin adornos:—Mi nombre es Giulio Ferrini. Soy el notario personal de Lorenzo Machi
La noticia del fallecimiento del Nonno se esparció como un susurro sagrado por toda Italia. No solo era un patriarca; era una leyenda viva entre las familias tradicionales del norte, un símbolo de honor y fortaleza y, en menos de veinticuatro horas, su nombre estaba en boca de todos los que lo habían conocido, amado, temido o respetado.El día del funeral amaneció con un cielo blanco, espeso, como si la niebla hubiera decidido arropar el mundo en un abrazo silencioso. Las campanas de la iglesia resonaban con una lentitud ceremonial, atravesando las callejuelas antiguas de la aldea donde el Nonno había nacido y, como deseaba, sería enterrado.La familia estaba reunida, no solo los más cercanos, no solo los de Milán. Después de su velorio, se acercó gente desde Palermo, Roma, Nápoles, incluso desde Sicilia y Calabria. Viejos amigos, hombres de negocios, clérigos, campesinos que habían trabajado para él… todos querían despedirse, porque todos sabían que se marchaba un pilar.La villa est
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando regresaron a la villa, con la piel dorada por el mar y la risa aun resonando en sus labios. Melissa se recostó en la cama, exhausta, pero feliz, mientras Bruno caminaba hacia la cocina para abrir una botella de vino. Su rostro, hasta entonces relajado, se tensó de inmediato cuando su teléfono vibró insistentemente sobre la barra de mármol.Miró la pantalla y, al leer el nombre que aparecía, su expresión cambió. Contestó en italiano, con voz baja y grave, como si el mundo se hubiera detenido, y Melissa, desde la habitación, sintió la diferencia antes siquiera de escucharlo hablar.Se incorporó, con el cuerpo aún húmedo por el baño que compartieron, y caminó lentamente hacia él.Bruno no se movió al verla. Mantenía la mirada fija en la nada, con la mandíbula apretada, mientras la voz del otro lado de la línea decía más de lo que él estaba dispuesto a aceptar y colgó sin decir una palabra.—¿Qué pasó? —preguntó Melissa, con el corazón a
El sonido suave del mar chocando contra las rocas fue lo primero que Melissa escuchó al despertar. El viento acariciaba las cortinas blancas que flotaban como fantasmas pacíficos en la habitación iluminada por la luz dorada del amanecer. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el de las flores frescas que adornaban la villa.Y en medio de esa escena, que parecía robada de un sueño, estaba Bruno, en la terraza, con el torso desnudo, de pie, con una taza en su mano, mientras el aire mecía su cabello.Melissa intentó levantarse, pero todo el cuerpo le dolía. Habían tenido una noche demasiado excitante, en la playa, en la arena, en el baño y finalmente en la habitación.Estaba considerablemente exhausta, pero se esforzó en levantarse y caminar descalza hacia él. Sus brazos le rodearon por detrás y él se estremeció al sentirla, dejando la taza en el muro y abrazándola con todo su cuerpo.—Dormiste como si hubieras dejado el alma descansar por primera vez —murmuró Bruno contra su cue
El aire en los jardines de Villa Erba estaba cargado de emociones, copas de champán y carcajadas entre invitados. Pero había momentos que quedaban suspendidos, como fotografías vivas entre la multitud, y Melissa aprovechó de hacerse todas las fotos que fuesen posible en su día.En un instante, casi cuando el atardecer se hizo más naranja que en cualquier otro momento del día, Lorenzo, el nonno, pidió un momento delante de todos, para hablar.Y aunque sus ojos y rostro no lo registraban, estaba muy emocionado de que su sueño se cumpliera con respecto a Bruno.Bruno rodeó a Melissa por la cintura mirando al nonno y todos guardaron silencio al ver que el abuelo se estaba tomando el tiempo.—Esta unión, más allá de un contrato o promesas humanas, está sellada por algo más profundo… —dijo con voz clara—. Bruno… mi hijo… mi sueño siempre fue verte así, completo. —Bruno asintió con una sonrisa para el abuelo, pero a la vez, pasó un trago difícil—. Melissa… este es mi muchacho, y así como est
Último capítulo