Sawyer seguía sin hablar. En cambio, levantó la mano hacia la cara de ella, acunando su mejilla en la palma de la mano y pasando el pulgar por la curva de su labio inferior.
Lucy sabía, sin lugar a dudas, que estaba a punto de recibir su primer beso.
Por alguna razón, besar parecía mucho más intimidante que lo que ya habían hecho, y mucho más con el nivel de complicidad al que ambos habían llegado.
Estaban en una puta azotea del hospital en el que ambos trabajan. El mismo hospital que tenía una regla estricta de no confraterización con superiores.
Aún así, ahí estaba ella. Mirando al hombre que tenía enfrente después de que la había hecho correrse como ningún otro hombre.
Había algo picante en esconderse. El peligro le gustaba, el dolor podía brindarle placer. Al final resultaba que era toda una rebelde.
Había algo sencillo en tocarlo y en que él la tocara. Sin embargo, un beso requería conexión.
Era necesario que se movieran de forma sincronizada, que establecieran un ritmo en