El día siguiente llega demasiado rápido. Lucy apenas ha dormido tres horas, el cansancio se le nota en las ojeras y en la rigidez de sus hombros, pero la vida en el hospital no se detiene para nadie.
El sonido de los monitores, el ir y venir de enfermeras y residentes, el murmullo de las familias en la sala de espera… todo vuelve a la normalidad como si el día anterior no hubiera sido una batalla épica por la subvención que podría cambiar el futuro de la oncología.
Sawyer tampoco luce mucho mejor.
Lo ve en el pasillo cuando cambia de turno: barba de sombra, camisa sin corbata, cabello algo revuelto.
Sin embargo, su sola presencia hace que Lucy se sienta un poco más firme en el mundo, como si bastara con que él existiera para recordarle que no está sola.
Lucy termina de revisar un expediente y se deja caer en el puesto de residentes.
Solo quiere tomar un respiro, tal vez cerrar los ojos unos segundos. Pero entonces su buscapersonas emite un pitido agudo y repetitivo.
Código 911. Ha