Lucy no entendía. El rostro de Sawyer, tan desfigurado por la angustia, era una imagen que jamás había creído posible.
Aquella rigidez en su quijada, ese temblor apenas perceptible en sus labios... algo en su interior se quebró al verlo así.
—Sawyer… —susurró, sin aire—. ¿De qué estás hablando? ¿Despedirme de quién?
Él abrió la boca, pero no salió sonido alguno. Los ojos, enrojecidos, brillaban de lágrimas contenidas.
Tragó con dificultad antes de dejar escapar una frase que se clavó en el pecho de Lucy como un cuchillo.
—Es Quinn.
El nombre fue suficiente para que la sangre de Lucy se congelara.
—Un segundo estaba hablando y riendo conmigo —continuó él, con la voz hecha pedazos— y al siguiente… —negó con la cabeza, como si pudiera borrar la imagen—. No responde bien. Está semi inconsciente… y me ha pedido que la ayude a morir. Tiene tanto dolor, Lucy… tanto.
Las últimas palabras se le ahogaron en un sollozo reprimido.
Lucy lo miró, incapaz de reconocer en él al hombre fuerte, segu