Sawyer y Lucy no habían hablado más desde el primer día de ella en el hospital y, aunque una parte de ella no se alegraba para nada, la otra tenía planeado que continuara de esa manera.
Al llegar a la hora 30 de su turno, ella camina por el pasillo hacia la sala de guardia cuando ve al causante de sus dudas a la vuelta de la esquina. ¡A la mierda con eso de continuar evitándolo!
De pronto, a su lado ve una puerta y, sin pensarlo dos veces, se mete en esa habitación al azar y se apoya contra la puerta cuando la cierra. Su corazón va acelerado a tope.
“No puedo continuar así” —piensa ella mientras intenta que sus pulsaciones vuelvan a su ritmo habitual— “Es mi jefe, no puedo estar evitándolo toda la vida si quiero continuar con mi trabajo aquí.”
Eso ella lo sabía, era bastante consciente de ello, pero de saberlo, a poder hacerlo, había un buen tramo que su cerebro no estaba dispuesto a cruzar todavía.
—¿Quién eres y por qué estás en mi habitación?
Una mujer pequeña y frágil de unos 30 a