En ese momento, David entró.
—¿Cómo está Christopher? —preguntó Dominic.
—El joven amo sigue encerrado en su habitación —respondió David.
Dominic se irguió, apretándose el puente de la nariz. Raros destellos de duda cruzaron sus facciones.—¿Crees que me equivoqué en algo?
David vaciló un instante. Acababa de informar que la exesposa del antiguo CEO vivía justo al otro lado de la calle.
Tras meditarlo, dijo:—Señor Carter, en realidad usted siempre le ha dado oportunidades a la señorita La Rosa. Cuando el joven amo empezó a mejorar su actitud, dejó de insistir en que ella se marchara de Toronto. Ha estado esperando que fuera ella quien hablara primero. Pero, creyéndose lista, se mudó frente a usted y contactó en secreto al joven amo.
Mostraba una cara en público y otra en privado. Que se atreviera a tentar los límites del CEO, y que él no la obligara de inmediato a irse de Toronto, resultaba sorprendente.
Dominic se sentía agotado. Sabía que esa mujer era calculadora, pero aun así le ha