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Alessia se giró y vio a Clara aplaudiendo con sarcasmo, con una voz cargada de veneno.

—Ah, ¡qué profunda relación de cuñadas! Oh, espera… si ya fuiste abandonada, solo una mujer desechada. Ese título de cuñada ya no te queda para nada.

Los ojos de Alessia se tornaron fríos. Odiaba los problemas, y Clara era como una mosca molesta: si no revoloteaba a su alrededor, ella ni se dignaba a mirarla, pero si insistía en acosarla, no podía tolerarlo.

Justo ahora la abuela no estaba, así que Alessia no tenía por qué contenerse.

La miró de reojo y preguntó con calma:

—Señorita Clara Carter, si yo soy una mujer desechada, entonces ¿qué eres tú?

—¿Qué quieres decir? —el semblante de Clara cambió al instante, como si Alessia hubiera tocado su punto más débil.

En contraste con sus palabras punzantes, Alessia se mostraba mucho más serena. Contestó con voz ligera:

—Señorita Clara, tú sabes muy bien a qué me refiero. Escuché que alguien se juntaba con un actorcillo de poca monta, que fue sorprendida
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