—¿Hermano? —llamó Alessia.
Riley levantó la vista, se acomodó las gafas plateadas sobre la nariz y sonrió con cortesía.
—Sia, ¿qué haces aquí?
—Estoy llevando a los niños a la escuela. —Alessia notó que Riley aún llevaba la ropa del día anterior y que tenía el rostro un poco cansado. Intuyendo que algo no andaba bien, frunció el ceño y preguntó—: ¿No volviste anoche? ¿Qué haces aquí? ¿Y dónde está Bianca?
—Está en el hospital —respondió Riley.
Alessia se sorprendió.
—¿En el hospital? Pero si anoche, cuando me llamó, parecía estar bien.
Riley se quitó las gafas con cansancio y se frotó el entrecejo.
—Te mintió. No es nada grave, pero anoche Bianca no quiso volver a casa. Discutimos un poco y, por accidente, se torció el pie. No te preocupes, después del desayuno le darán el alta.
Alessia soltó un suspiro de alivio.
—Entonces iré contigo.
Riley no se negó.
En el hospital, Bianca cojeaba cuando empujó la puerta del consultorio del médico.
Desde la noche anterior había estado dándole la e