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Comprendiendo a fondo la personalidad de sus propios hijos, Alessia fingió no notar sus emociones y estaba a punto de marcharse.

Desafortunadamente, Alessia subestimó la capacidad de Christian para hacerse el mimado. Justo cuando dio un paso adelante, el niño corrió y se aferró con fuerza a su muslo.

—¡Mamá, no te vayas, no quiero que te vayas! —su voz estaba cargada de lágrimas y de una emoción genuina.

El rostro de Alessia se tensó al ver al pequeño mirándola con esa carita adorable, suplicándole:

—Mamá, ¿puedes venir a recogerme tú misma después de la escuela para que te vea más pronto?

Dicho esto, el niño tironeó de su ropa y la agitó con insistencia.

Aunque Alessia sabía que aquella criaturita seguramente tramaba alguna travesura, no pudo evitar ablandarse ante su súplica.

—Está bien, te lo prometo —respondió ella con impotencia, apartando suavemente su mano.

—¡Sabía que mamá es la mejor! —Christian formó un corazón con sus manos hacia Alessia y luego le guiñó un ojo a Eleanor, q
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