28

Dominic iba delante, avanzando con pasos largos.

Bianca no tuvo más opción que seguirlo a cierta distancia.

Los dos salieron del edificio donde estaba la sala de archivos, cruzaron un sendero y llegaron hasta la carretera principal.

De pronto, Dominic se dio la vuelta.

Bianca también se detuvo en seco.

—¿Dónde está Christopher? —Los ojos de Dominic eran tan afilados como los de un águila.

Bianca se quedó helada; apenas en ese instante recordó a su sobrino, al que había vuelto a olvidar.

El gran jefe estaba claramente de mal humor y ella sentía que bailaba al filo de la navaja.

Entró en pánico y sacó su celular a toda prisa para llamar a Christopher. Por suerte, esta vez él contestó enseguida.

Bianca suspiró aliviada al escuchar la voz fría de su sobrino salir por el auricular.

—En la entrada del orfanato. Ya voy para allá.

Antes de que pudiera decir nada más, la llamada se cortó.

¡Bribón!

Bianca apretó el teléfono con fuerza y, forzando una sonrisa, anunció:

—Dom, Christopher está en
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