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Alessia miró a su alrededor, frunciendo el ceño ante la desaparición de Enzo.

Ese hombre la había atraído allí a propósito.

Sin embargo, ella ya había previsto esa situación desde que salió del bar con él.

Por eso no estaba preocupada.

Con total calma, Alessia echó un vistazo a los hombres frente a ella y preguntó con serenidad:

—¿Quiénes son ustedes?

—Señorita La Rosa, quiénes seamos no es asunto suyo. Solo necesita saber que ha ofendido a alguien —respondió con arrogancia el hombre que parecía ser el líder, mientras se limpiaba los dientes con un palillo y hacía un gesto para que los demás la atacaran.

Alessia esquivó a izquierda y derecha y, tras el forcejeo, ninguno de los hombres logró siquiera rozarle la ropa.

El cabecilla se mostró sorprendido por la habilidad de Alessia y empezó a tomarla en serio.

Arrojó el palillo, tomó un palo de madera y se lanzó él mismo a la refriega.

Con la participación del líder, la situación se intensificó.

Alessia tampoco dejó espacio para las dudas
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