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Riley caminó hasta llegar cerca de los baños, a un lugar tranquilo donde no había nadie, y entonces soltó a Bianca.

Sus ojos, rasgados como los de un zorro, estaban llenos de ira mientras preguntaba con desagrado:

—Bianca, ¿sabes siquiera lo que estabas haciendo hace un momento?

Bianca alzó con arrogancia su pequeño rostro, sonrió con desenfado y dijo con provocación:

—Tío, lo que yo haga no parece ser asunto tuyo, ¿verdad? Al fin y al cabo, ¿qué relación tenemos?

Riley se atragantó, recordando las palabras que le había dicho a Bianca antes en el bar.

Él no podía estar con Bianca.

Su firmeza se debilitó sin querer y respondió:

—Amistad.

—Ah, amistad… —Bianca sonrió con burla, extendió un dedo y lo clavó juguetona en el fuerte pecho de Riley—. Lo siento, tío, yo, Bianca Carter, ya tengo demasiados amigos, y no te necesito. Así que, mejor quédate donde te sientas cómodo y no interfieras en mi vida nocturna. Afuera me esperan muchos amigos.

Tras decirlo, Bianca estaba a punto de girarse
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