POV DE ALEXANDER Me besó. Ella acaba de besarme, ella. Me separo un poco para fijarme en su expresión y me doy cuenta. Quiero esto, nos quiere a nosotros y yo no soy quien para impedirlo. Estoy aquí para cumplir sus deseos.Quería ser delicado al principio, intercambiar más besos suaves y profundos, de esos que nos dejaban confundidos y alborotados, pero tenerla ahí frente a mí tan dispuesta, no me lo permitió…A la mierda con la delicadeza.La cogí de la muñeca, la conduje hasta su habitación y tiré hacia dentro, llegando apenas a trabar la puerta antes de empujarla y estampar mi boca en la suya. Deslicé la mano debajo de su culo y la alcé para que quedara atrapada entre la madera y mi pelvis, que mecí contra ella mientras la besaba.La alejé de la pared, pero seguí sosteniéndola y la llevé hacia la cama. Envolvió las piernas en mi cintura y, fue tan natural tenerla en mis brazos, que no quería soltarla nunca más.— Solo para que quede claro, estamos haciendo esto porque yo quiero
La oí ahogarse cuando llegué al fondo de su garganta, pero solo le di un minuto antes de empujar una y otra vez. Sabía que la tenía más larga y ancha que la mayoría de los hombres, pero no iba a darle ventaja a menos que me la pidiera. Logró asentir, sus ojos húmedos pestañeaban de esa forma sincera y acusatoria y supe que estaba bien.—Me vas a volver loco.Sonrió en mi polla y joder, todo en mí palpitó. Me moví en su boca varias veces más hasta sentir esa presión en mi estómago y luego la saqué, con la respiración agitada por el esfuerzo que tuve que hacer para no correrme en ese precioso rostro.En cambio, usé el pulgar para limpiar los ojos de ella, que ahora estaban sucios de lágrimas.Tenía los labios hinchados y, sin embargo, eran receptivos a mi beso, tan deliciosamente suaves. Gemí en su boca mientras lamía mis dientes y saboreaba mi lengua, moví la boca con más fuerza contra la suya. Apenas podía respirar por besar a esta mujer.Era casi imposible parar, pero estaba lleg
La mañana irrumpe como una bofetada para Camille Leclerc.La luz que se filtra por las cortinas de su dormitorio parece más cruel que de costumbre, como si el universo supiera lo que está a punto de enfrentar.Un sonido insistente la despierta: su móvil vibra sobre la mesita de noche, parpadeando incesantemente.Mensajes. Llamadas perdidas. Notificaciones.Demasiadas.Frunce el ceño, irritada, mientras estira la mano para tomarlo.Cuando abre la primera alerta, su corazón se detiene.Fotos.Fotos de ella.Camille pestañea, incapaz de procesarlo de inmediato.Las imágenes son explícitas. Comprometedoras. Escandalosas.Ella, en situaciones privadas con hombres que no son Alexander Blackwood.Fechas, lugares, todo perfectamente documentado.Un montaje imposible de negar.—¡No! —exclama, sentándose de golpe en la cama, su voz rasgada por el pánico.El móvil resbala de sus manos y cae al suelo, pero el daño ya está hecho.La sangre le retumba en los oídos mientras intenta entender quién pu
El aroma del café recién hecho y las risas infantiles llenan el departamento de Isabella Reyes. La luz dorada de la mañana atraviesa las ventanas, iluminando la cocina donde tres cabecitas idénticas discuten sobre quién untará la mayor cantidad de mermelada en su tostada.—¡Yo primero! —protesta Liam, levantando la mano como si estuviera en clase.—¡No! ¡Fue mi idea! —reclama Gael, arrugando la nariz.—¡Mami dijo que todos tenemos que compartir! —interviene Emma, con las manitas en la cintura.Alexander Blackwood, apoyado en el marco de la puerta, observa la escena con una sonrisa cálida en los labios. Ha amanecido de un humor excelente. La noche anterior para él ha marcado un antes y un después en su relación con Isabella y eso lo tiene entusiasmado.Lleva la camisa remangada hasta los codos y un mechón de su cabello rebelde cae sobre su frente. Esa imagen de domesticidad —tan simple, tan pura— se graba en su corazón como un anhelo que no sabía que tenía hasta ahora.—¿Qué tal si y
La cafetería donde Camille ha citado a su nuevo aliado es elegante, casi lujosa, pero tiene un aire de oscuridad, de secretos enterrados bajo risas y tazas de café humeante. Ella está sentada en una esquina, las piernas cruzadas con naturalidad, jugando con la cucharilla entre sus dedos perfectamente cuidados. Sus labios, pintados de un rojo profundo, esbozan una sonrisa impaciente mientras revisa su teléfono.Ha pasado mucho tiempo estudiando el pasado de Isabella para saber por donde atacar. Por eso, cuando finalmente la puerta se abre y su contacto entra, Camille lo reconoce de inmediato: un hombre de estatura media, con el cabello ya salpicado de canas y una expresión dura que intenta disfrazar bajo una sonrisa cordial. Es un hombre del pasado de Isabella, uno que tiene tantos deseos de hundirla como ella.Sin embargo, en cuanto el hombre la ve, su cuerpo entero se tensa. Un destello de sorpresa, de algo más oscuro y profundo, parpadea en sus ojos antes de ser reprimido.Camill
La noche ha caído como un manto espeso sobre la ciudad. En el interior del pequeño departamento de Valentina, la luz es tenue, apenas la suficiente para delinear los contornos de los muebles y la figura del hombre sentado en su sofá.Henry juguetea nerviosamente con un vaso de whisky entre sus dedos, la mirada fija en un punto indefinido del suelo. Valentina, sentada frente a él, lo observa en silencio, dándole espacio. No es la primera vez que lo ve así: contenido, casi a punto de desbordarse, como un dique agrietado que se resiste a romperse.Finalmente, Henry suspira, un sonido cargado de un cansancio que parece pesarle en los huesos.—¿Sabes qué es lo más jodido de todo esto? —murmura, la voz rasposa, quebrada.Valentina inclina la cabeza, alentándolo sin presionarlo. Llevaban un buen tiempo hablando. Un tiempo en el que Henry se había abierto a ella como nunca lo había hecho con nadie más.Henry no tenía ni idea de cómo, o por qué se había dado la conversación. Lo único que sup
El aire fresco de la mañana acaricia sus rostros mientras caminan hacia la entrada de la escuela. Isabella sostiene con fuerza la mano de Emma, como si al soltarla pudiera perder algo más que un simple contacto físico.A su lado, Alexander carga las mochilas de campamento de los trillizos con una sonrisa divertida.—Mamá —se queja Liam, tirando suavemente de su mano—. Nos vas a aplastar.—Lo siento, cariño —murmura Isabella, soltándolo a regañadientes.Alexander se acerca y pasa un brazo protector sobre sus hombros.—Van a estar bien —le susurra al oído—. Prometo que se van a divertir tanto que no van a querer volver a casa.Isabella respira hondo, luchando contra la punzada de ansiedad que le atenaza el pecho. Nunca antes había estado separada de ellos por tanto tiempo. Una noche de pijamada con amigos era una cosa. Un fin de semana entero de campamento, era otra muy distinta.—Y si no me divierto, ¿puedo llamar a los bomberos? —pregunta Gael con seriedad, frunciendo el ceño.Alexan
Isabella y Alexander estaban viviendo un sueño hecho realidad.Ya no estaban en una burbuja, no, ya estaban viviendo su vida, la que el destino les había arrebatado.—Te quiero. —le dice él mientras la mira con adoración, como si fuera lo más preciado que tuviera en su vida. POV DE ISABELLA Apenas he terminado de oír sus palabras cuando sus labios se posan sobre los míos y sus manos acarician mis costados. Gimo en su boca y estallo en puro éxtasis al sentir sus dedos sobre mi cuerpo. El resto del mundo empalidece cuando estoy con él, mi cuerpo solo responde a su contacto, mis pensamientos están totalmente nublados por su cercanía. Hundo las manos en su pelo para atraerlo más a mí, de tal forma que su cuerpo y el mío acaban encajados a la perfección.Su sabor es una droga que me da un subidón inmediato. Cuando se separa de mí, no puedo contener un pequeño sonido de frustración al que él responde con una sonrisa provocativa. Mis piernas están abiertas, dejándole el espacio para q