El sol apenas se ha alzado sobre la ciudad cuando el bullicio comienza en el interior del departamento de Valentina.
El aire huele a panqueques, fresas y jarabe de arce. Los trillizos corretean por la sala entre maletas pequeñas y mochilas con peluches asomando.
Valentina intenta mantener el orden mientras Henry, con una taza de café en la mano, observa la escena con una mezcla de resignación y ternura.
—Tío Henry, si nos portamos bien, ¿podemos ver una película de terror esta noche? —pregunta Liam, con los ojos brillando de emoción.
—Solo si Valentina dice que sí —responde Henry, alzando una ceja con intención de provocar.
—Entonces no... —interviene Gael, haciendo un puchero.
—Correcto —responde Valentina sin miramientos mientras recoge un calcetín huérfano del suelo.
Emma, con una flor en el cabello y su osito apretado contra el pecho, se acerca a Isabella, que está agachada junto a la puerta, ajustando las correas de una pequeña mochila.
—Mami, ¿si ya están casados, eso quiere d