Camille camina de un lado a otro frente a la enorme chimenea, las fotografías extendidas sobre la cama detrás de ella, como si cada imagen fuera un clavo ardiendo en su espalda.
Su mente trabaja a toda velocidad, hilando posibilidades, riesgos, oportunidades.
No basta con separarlos.
No basta con hacerla sufrir.
Tiene que destruirla.
Destruir la imagen que Alexander tiene de Isabella.
Destruir la idea de una familia perfecta.
Destruir la confianza.
Con movimientos precisos, toma su teléfono y marca otro número.
Esta vez no son sus contactos legales. No son sus aliados de siempre.
Esta vez recurre a alguien de su pasado.
Alguien que sabe cómo ensuciarse las manos… sin dejar rastro. Alguien quien ella sabe que no le fallará como todos los demás, porque esa persona busca tanta venganza como ella.
La voz que responde al otro lado suena fría, áspera.
—Necesito que encuentres todo lo que puedas sobre una mujer —dice Camille sin preámbulos—. Isabella Reyes.
Un susurro, una afir