La copa de vino tintinea suavemente contra el cristal de la mesa cuando Camille la deja caer allí, un poco más brusca de lo necesario.
Camille siempre disfrutó de una buena copa de vino, pero, últimamente, está bebiendo mucho más de lo que acostumbra. El estrés y la preocupación constantes están jugando en su contra y ella ni siquiera se ha dado cuenta
La habitación está en penumbras. Solo la luz del atardecer, filtrándose entre las pesadas cortinas, pinta la estancia de tonos anaranjados y rojos. Ella se pasea de un lado a otro, descalza, con el vestido de seda rozándole las piernas como una caricia molesta.
Su mente hierve.
Alexander no contesta sus llamadas. No responde sus mensajes. Y aunque ha intentado convencerse de que solo está ocupado, una parte más oscura y venenosa dentro de ella sabe la verdad.
Él se está alejando.
Y no hacia cualquier lugar. No.
Se está alejando hacia Isabella.
—Maldita zorra —escupe en voz baja, arrojando la copa vacía a la chimenea. El cristal estalla