Christopher
La luz del atardecer se filtraba por las ventanas del estudio, proyectando sombras alargadas sobre los libros y documentos que cubrían mi escritorio. Había pasado horas revisando contratos, pero mi mente estaba lejos de aquellas páginas. Desde la habitación contigua, podía escuchar a Emily tarareando una canción de cuna mientras acariciaba su vientre cada vez más prominente. Ese sonido, tan simple y cotidiano, me provocaba una mezcla de emociones que nunca creí posible experimentar.
Dejé la pluma sobre el escritorio y me recliné en la silla. Sobre la repisa, la fotografía de Daniel y yo en nuestra adolescencia parecía observarme con una intensidad acusadora. Él sonreía ampliamente a la cámara, con ese carisma natural que siempre lo caracterizó. Yo, en cambio, apenas esbozaba una sonrisa contenida, como si temiera mostrar demasiado.
—Siempre fuiste mejor que yo en todo —murmuré hacia la fotografía—. Especialmente en ser amado.
Me levanté y tomé el marco entre mis manos. Dan