Breve placebo.

—Dante, ¿crees que soy muy viejo para Isabella?

 Dante, que hasta ese momento había estado absorto, mirando por la ventana del auto, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con caer, se estremeció al escuchar la pregunta.

Giró lentamente la cabeza hacia su tío, suspirando antes de encontrar el valor para responder.

—Yo... Tío... —Dante tragó con dificultad, tratando de que su voz sonara firme, pero era evidente que le costaba. Carraspeó para ganar tiempo—. No lo estás.

—No, dime la verdad, Dante.

—Esa es la verdad, Tío. —Repitió, con la voz un poco más firme—. Estás bien. Sí, hay algunos años entre ustedes, pero… ¿Eso qué importa?

—Puede ser —murmuró, con un aire pensativo—, pero quizás la señora Velarde tenga razón.

—¿Razón en qué?

—En que Isabella es una mujer para ti, no para mí.

Dante sintió que el mundo se tambaleaba bajo sus pies. Esa era la verdad que él mismo había tratado de ignorar durante tanto tiempo. Isabella sí era la mujer que él deseaba, la que en sus sueños más secretos veía a su lado. Pero no podía decirlo, no podía confesarle a su tío que tenía razón, que Isabella estaría mejor con él, que él podía amarla de una manera que Lorenzo no podía.

En lugar de eso, forzó una expresión neutral, fingiendo que esa idea le parecía absurda, aunque en el fondo lo consumía el deseo de gritar que Isabella era para él.

—No, no es así, tío.

—Es que lo parece. Pero a Isabella la quiero mucho, Dante. —La voz de Lorenzo se suavizó, como si revelara una parte de su alma que normalmente mantenía oculta—. Me hace sentir vivo.

—Lo sé, lo sé. —Dante asintió, tratando de sonar comprensivo. Su voz era baja, casi apagada—. Solo… hay que darles tiempo a las cosas. Eso es todo.

—Creo que tienes razón. —Lorenzo asintió, como si las palabras de su sobrino le hubieran dado algo de paz.

El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero era un silencio diferente.

Dante sentía que estaba a punto de explotar. Cada kilómetro que recorrían lo acercaba más a su límite, a ese momento en el que ya no podría contener lo que sentía. Quería llegar a casa, rápido, porque no sabía cuánto más podría seguir fingiendo que todo estaba bien, cuando, sin más, estaba al borde de derrumbarse.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

—Quita esa cara, tío. —La voz de Dante irrumpió en el silencio del auto mientras estacionaban frente a la imponente casa grande.

Lorenzo, sentado a su lado, no pudo evitar soltar un suspiro, su mirada fija en el horizonte, pero sus pensamientos muy lejos de ese lugar.

—Es que no puedo, Dante. —Lorenzo apretó las manos en su regazo, tratando de contener el torbellino de emociones que lo azotaba. —No dejo de pensar en todo lo que pasó, en cómo reaccionó la señorita Valeria. Todo se salió de control, y no sé cómo arreglarlo.

Dante asintió con comprensión, pero su voz permaneció firme, como si intentara anclar a Lorenzo en la realidad.

—Lo sé, lo sé. Pero eso es normal. —respondió, girando un poco en su asiento para mirarlo de frente. —Esa reacción que tuvo la señora Valeria es exactamente la misma que va a tener tu hija Leila cuando se entere. Solo es cuestión de darles tiempo, ¿bien? Tiempo para digerirlo.

Lorenzo cerró los ojos un instante, asintiendo lentamente. Quizás Dante tenía razón, pero el peso en su pecho no disminuía.

—Creo que tienes razón. —murmuró, abriendo la puerta del auto. El aire fresco de la tarde lo golpeó como un recordatorio de que la vida seguía, aunque su mundo se sintiera detenido. —¿Vas a entrar?

—Yo... Sí. Déjame estacionar mejor el auto y entro. —Dante hizo un gesto vago hacia el volante, como si estuviera aplazando algo más que una simple maniobra de estacionamiento.

—Bueno, te espero adentro. —Lorenzo salió del auto, cerrando la puerta con suavidad, y Dante quedó solo en la inmensidad del coche, rodeado por un silencio que se volvió insoportablemente denso.

Y en ese instante, todo lo que había estado conteniendo durante horas, comenzó a desmoronarse.

Sus ojos, normalmente serenos, se llenaron de lágrimas. Intentó retenerlas, pero fue inútil.

 El dolor que había estado ocultando bajo su fachada de fortaleza explotó como una tormenta violenta. El pecho le dolía, el corazón le palpitaba con rabia. Dante apretó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, y en un arrebato de desesperación, lo golpeó repetidamente, descargando su ira contenida.

—¡Maldita seas, Isabella! —gritó, su voz quebrándose en medio del auto vacío. —¡Dios, esto me duele demasiado! —Su voz era un jadeo, roto, lleno de amargura.

El nombre de Isabella resonaba en sus pensamientos como un eco interminable, torturándolo una y otra vez.

Se llevó las manos al cabello, despeinándolo mientras lo agarraba con furia, como si de alguna manera pudiera arrancar el dolor físico que le desgarraba el alma.

El llanto se volvió más fuerte, imposible de reprimir, ahora que estaba solo, y se dejó caer contra el respaldo del asiento, su cuerpo temblando por la intensidad de la emoción.

—¿Cómo se supone que siga fingiendo que esto no me afecta? —murmuró entre sollozos, su voz rota por la frustración. Cada palabra se sentía como una herida abierta, sangrante, imposible de cerrar. —Te odio, Isabella. —Pero la verdad era mucho más dolorosa que el odio. El odio era un manto débil que intentaba cubrir lo que en realidad sentía.

Amor. Un amor que dolía tanto que lo consumía por dentro, convirtiendo cada momento en una lucha por sobrevivir.

Dante dejó caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, pero las lágrimas seguían fluyendo.

Su corazón estaba destrozado, y no había forma de arreglar lo que Isabella había hecho, ni de reparar el daño que él mismo sentía. Afuera, la vida seguía, pero para él, cada latido dolía más que el anterior y no sabía cómo diablos iba a manejar todo esto.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App