Al día siguiente, Emma se preparaba para regresar a su trabajo; pues sabía que el quedarse un poco más no sería la mejor idea. Entonces, de pronto, la puerta de su habitación se abrió y por está apareció Luisa.
—Buenos días querida —la saludo con su habitual amabilidad.
—Buenos días, Luisa. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle? —le preguntó, mostrándose de igual manera accesible.
—En realidad así es, quería pedirte un favor —acepto, acercándose a ella.
—Dígame de lo que se trata y si está en mis posibilidades estaré encantada de hacerlo —le aseguro, consciente de que ellos habían sido muy amables con ella y debía corresponderles.
—Me gustaría que retrasaras tu marcha un día más —le dijo, viendo sus cosas listas para irse.
—No sé si eso me sea posible, debo volver al trabajo —tomo eso como excusa para su marcha y es que no podía decirle la verdad de sus motivos.
—Por favor, es importante —insistió, tratando de convencerla.
—¿Puedo saber debido a qué? —le preguntó, consciente de que debía