Mundo ficciónIniciar sesiónEl motor del auto vibraba suavemente, pero Eloisa Marques no lo escuchaba, estaba estacionada frente al supermercado, manos firmes en el volante, mirando hacia la nada como si en el parabrisas se proyectara una película.
La película de su vida, una que, sinceramente, jamás habría aprobado. La lluvia golpeaba el techo del coche con un ritmo casi musical, pero Eloisa no prestaba atención. Porque en su cabeza, una escena que intentaba olvidar seguía repitiéndose una y otra vez. Una escena en formato mensaje de W******p, el peor género de ruptura jamás creado. Todo empezó con una vibración inocente del teléfono. Y ahí estaba, en letras verdes, arruinando su semana, su dignidad y posiblemente su Navidad... Martín: Elo, tenemos que hablar. Ella había leído eso sentada en su cama, pero ahora, dentro del auto, recordarlo hacía que el estómago se le retorciera. Tenía perfectamente presente el momento. Recordaba cómo al abrir el chat había pensado: “Seguro quiere saber qué postre llevo el 24”. Inocente. Muy inocente. Luego venía el mensaje número dos: Creo que no estamos en el mismo camino, no quiero que lo tomes a mal, pero… Y el tercero: Es mejor terminar ahora. Y el cuarto, su preferido en la lista de mensajes cobardes del universo: No quiero verte triste, así que pensé que era mejor decirlo así. Eloisa, desde el asiento del conductor, soltó una carcajada amarga. —Sí, claro, Martín, consideradísimo de tu parte —murmuró, Eloisa, hablándole al espejo retrovisor como si fuera un crítico severo de su vida. Había intentado borrarlo de su mente, pero la verdad era que nunca se había sentido tan ridícula como esa noche. Llorando en pijamas, interpretando cada mensaje como si fuera una puñalada. Incluso recordó haber pensado que todo era un error. Que Martín le escribiría: “Perdón, me equivoqué de chat”. Pero no. El error había sido ella. Sacó un suspiro y acomodó las manos en el volante, la lluvia seguía cayendo, no creando un ambiente perfecto para la autocompasión. Y como si su cerebro decidiera torturarla un poco más, la escena se expandió en su mente. Después de haber recibido el mensaje de ruptura, Eloisa había estado horas mirando el celular, esperando… algo. Un arrepentimiento. Un “era broma”. Un emoji, aunque fuera uno feo. Pero lo único que recibió fue la nada absoluta. Y al día siguiente, cuando llegó a la oficina con los ojos hinchados, la primera que la vio fue su compañera, Eloisa Rivera. —Eli… ¿qué te pasó? —preguntó con voz baja, como si temiera que se desmoronara ahí mismo. En el auto, Marques apretó los labios, recordaba esa mañana con demasiada claridad. —Nada —había contestado ella en ese momento, aunque su cara gritaba todo. Rivera la había acompañado hasta el escritorio con la misma delicadeza con la que se guía a un gatito lastimado. Y en cuanto se sentaron, Marques le contó todo en un susurro roto, el mensaje, la ruptura y el increíble detalle de que Martín creyó que era más “considerado” terminar por W******p. En el auto, Eloisa negó lentamente con la cabeza—Lo sabía, tenía que haber prestado atención cuando dijo que no le gustaban las llamadas. Un antisocial emocional, eso era.—dijo para sí misma. En el recuerdo, Rivera la miró horrorizada.—¿Te dejó por W******p? ¿Días antes de Navidad? ¿Y después de que tu mamá te preguntara si ibas a llevar novio?,--- —Sí y ahora no sé cómo diablos voy a explicarle a mi mamá que no va nadie.—dijo Eloisa, sintiendo el peso del mundo. Ahí vino otra parte importante del recuerdo...la invitación a la cena familiar. "Hija, ¿confirmamos dos personas? Estoy tan feliz por ti." Eloisa cerró los ojos en el presente, podía sentir el mismo nudo en el estómago. —Dos personas… sí, cómo no —murmuró. Las tías, las malditas tías, las podía ver en su mente como un coro griego listo para juzgar: “¿Y tú cuándo te casas, Eloisita?” “Mira que la edad no perdona” “No te preocupes, la soledad también es un camino respetable” Respiró hondo, ese recuerdo, esa humillación anticipada, era lo que la había empujado a decir la mentira más arriesgada de su vida. El recuerdo avanzó a la parte donde las cosas se volvieron ridículas. Estaban en la oficina, ella y Rivera, con cafés tibios y bolsas bajo los ojos, Rivera intentaba ser lógica; ella, sobrevivir. —Mira , puedes hablar con tu mamá y decirle la verdad.—dijo Rivera ese día. —No puedo, no puedo darle ese disgusto, va a sentir que es culpa suya, que es mi culpa, que es culpa del universo.—respondió Eloisa, golpeando suavemente el escritorio. —Pero… ¿qué vas a hacer?,--- pregunto Rivera. Eloisa se había quedado en silencio. En el auto, recordó el momento exacto en que su cerebro, completamente agotado, hizo clic. —Voy a llevar a alguien —había dicho entonces, mirando a la nada con determinación insana. Rivera se atragantó con el café.—¿Cómo que “alguien”? ¿Quién?,--- —No sé, un amigo, un conocido… un voluntario.—contestó con desesperación. Fue ahí cuando Rivera soltó la frase que sentenció su destino,—Bueno… podrías conseguir un novio falso por una noche.--- En el auto, Eloisa se tapó la cara. —Y yo lo pensé, lo consideré, con seriedad, yo, Eloisa Marques, adulta responsable, pensé en contratar sentimentalmente a alguien.--- gruñó Recordó su siguiente acción: escribirle a su madre. "Sí, mamá. Confirma dos, voy con alguien." Rivera la había mirado como si acabara de presenciar un delito.—¡Eloisa! ¿Qué hiciste?,--- —Mentiras piadosas, ya encontraré a alguien.—respondió Márquez Desde el asiento del auto, Eloisa casi rió. —Ya encontraré a alguien… ¡ja! Tenía cuatro días, cuatro,para reclutar a un desconocido y hacerlo pasar por el amor de mi vida.—dijo Eloisa, golpeando suavemente el volante. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás contra el asiento. La lluvia había empezado a golpear más fuerte, el sonido la envolvía mientras la escena final del recuerdo regresaba. Su jefe había pasado por la oficina diciendo, feliz: —El 24 salimos al mediodía, perfecto para disfrutar con sus parejas.--- Ese comentario había sido la estocada final. El punto exacto donde la locura se transformó en decisión. Porque Eloisa, ya hundida hasta el cuello en su mentira, concluyó que no había marcha atrás. —Estoy embrujada o soy idiota. O estoy desesperada. O las tres.—se dijo, riendo con resignación dentro del auto. Se miró en el espejo retrovisor, estaba despeinada, ojerosa, en plena crisis existencial… y aun así, ahí estaba, metida en el auto, recordando cada detalle del desastre emocional que había creado. Ah y lo peor era que entonces, todavía no sabía la parte más absurda de todo... que el universo tenía sus propios planes. Que había alguien o algo que pronto cruzaría su camino. Alguien que jamás habría imaginado como candidato. Alguien que no era, técnicamente, un ser humano. Pero eso todavía no lo sabía, por ahora, solo era Eloisa Marques, sentada en el auto, atrapada entre la lluvia, una mentira piadosa y un recuerdo dolorosamente nítido de cómo su ex la había dejado con un mensaje. Respiró hondo, enderezó la espalda y encendió el limpiaparabrisas. —Muy bien, me metí sola en este lío, yo lo resuelvo.—dijo en voz alta. No sabía que el caos recién estaba por empezar, porque muy pronto, por un error burocrático del más allá. Y entonces sí... La Navidad se iba a poner verdaderamente inolvidable.






