Mientras todos se ponían de pie para recibir al juez y al jurado, Thomas tenía la mandíbula encajada y se torcía un dedo con nerviosismo. Su postura de pie sólo duró un par de segundos, porque nuevamente tomó asiento mientras el juez Samuelson revisaba sus apuntes y corroboraba la siguiente prueba.
—¿Los abogados están listos para continuar? —preguntó el magistrado. Con el asentimiento de ambos profesionales, el juez ordenó que el juicio proceda.
Retomando su papel de abogado de la defensa, Charles se puso de pie.
—Su Señoría, al señor Sclavi le gustaría prestar declaración —expresó Charles. El juez dio el visto bueno.
—Esta Corte llama a Thomas Sclavi a subir al estrado —llamó la voz del alguacil.
El único sonido que se escuchó fue el del obturador de los paparazzis, capturando el momento en el que Thomas se acercaba al estrado y tomaba asiento.
Charles se puso de pie, acomodándose el traje, y sonriendo para transmitirle paz a su cliente, aunque el pobre Thomas deseaba que se lo trag