El viernes amaneció con un cielo claro y promesas en el aire. Maribel despertó temprano, aún con la sonrisa grabada en el rostro por lo ocurrido la noche anterior. No sabía qué significaba exactamente la confesión de Pedro Juan, pero lo había dicho con convicción. Quería una relación. Con ella. Eso, al menos, era un comienzo.
La idea de verse con él el sábado por la noche revoloteaba por su mente como mariposas nerviosas. No era solo una cita. Era una oportunidad para decidir si quería abrirle la puerta a su mundo real. No como Lilith. No como una sombra que bailaba tras una peluca roja. Sino como Maribel Fuentes: la mujer que acababa de convertirse en abogada. La mujer que, a pesar de las cicatrices, quería amar con dignidad.
Un día para ella.
Reservó una cita en un spa modesto pero encantador. Manos, pies, cejas, limpieza facial. El pelo suelto y brillante, como hacía tiempo no lo llevaba. Luego caminó por las tiendas del centro comercial y eligió un vestido sencillo pero elegante,