Corremos hacia la plaza, donde prácticamente todos los habitantes de la manada están reunidos, aguardando con expectación la llegada de los lobos de la carrera. La calma tensa se quiebra de golpe cuando una explosión ensordecedora sacude el aire. Todos nos volvemos hacia la montaña más alta, de cuya cima brota una columna oscura de fuego y cenizas que rasga el cielo. La tierra tiembla bajo nuestros pies y, como una bestia despiadada, una inmensa avalancha de nieve comienza a descender rugiendo hacia nosotros, amenazando con devorar todo a su paso.
Todo en mi interior me grita que actúe. Miro a mi alrededor; la manada entera fija sus ojos en mí, temerosos, confiando, esperando. En ese instante entiendo que no hay espacio para las dudas. Llamo a mi Alfa por el link, pero me doy cuenta de que están separados. No tengo otra elección. Mi corazón late al ritmo frenético del peligro, pero mi alma est&a