Mat entrecerró los ojos, y esta vez, su mirada no era solo oscura; era sombría, como si la gravedad de lo que iba a decir pudiera destruir lo que habíamos construido juntos.
—Teka te quitó la protección que te habían puesto tus padres —dijo, deteniéndose de golpe y tragando con fuerza—. Entonces, te torturamos psicológicamente en las cuevas. ¡Creíamos que Isfet se había apoderado de tu cuerpo!—¿No fueron pesadillas, mi lobo? ¿Realmente pasó? —pregunté con incredulidad. Aquello no me lo había esperado—. ¿Ustedes me hicieron eso, mi lobo?Mi respiración se cortó de golpe. Un frío abrumador me invadió el pecho y, al mismo tiempo, una oleada de preguntas se agolpó en mi mente, tratando de salir en un torrente de desesperación e incredulidad. Mis ojos se llenaron de lágrim