Me emocioné al escucharlo; podía sentir la verdad de lo que estaba diciendo. Esa noche, aunque no lo sentí, comprendí por qué había aparecido en mi fiesta de cumpleaños.
—No puedo creerlo —susurré, en parte para mí misma—. ¿Entonces, fue cuando te convertiste en Jacking joven y viniste y me besaste?—Sí, mi Luna. ¡Estabas muy hermosa! ¡Me fascinaba y enloquecía ver cómo movías tu cuerpo! —siguió contando la versión de nuestra historia—. Esperé hasta que te dejaron sola, me acerqué y tomé tus hermosas caderas. Te pegaste a mí. ¡Fue fantástica, mi Luna, cuando hundí mi cabeza en tu cuello! ¡Quería marcarte ahí mismo, pero Jacking no me dejó!—Mi lobo, si me llegas a morder ese día, me hubiese muerto —dije con seriedad, p