CAPÍTULO 88 – Tu nombre es Alejandro
El amanecer del sábado se filtraba entre las persianas del apartamento de Alex. Estela aún dormía, su respiración pausada se mezclaba con el murmullo distante del tráfico que despertaba en la ciudad. Alex la observó por un momento. Tenía el rostro sereno, el cabello desordenado sobre la almohada y una expresión de calma que a él le resultaba reconfortante.
No podía negar que estar con Estela le hacía bien. Era una mujer dulce, comprensiva y con una manera de verlo que lo hacía sentir otra vez en el centro de algo real. Lo había perdido todo —o al menos, lo que recordaba de sí mismo estaba lleno de huecos—, pero con ella la vida parecía más simple.
Se levantó con cuidado, se vistió con ropa deportiva y silbó suavemente para llamar a su perro. El animal movió la cola con entusiasmo, y juntos salieron hacia el parque.
Alex corrió un buen tramo, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba con fuerza, como si con cada zancada intentara escapar del torbell