CAPÍTULO 56 — El silencio de volver a amar
La mañana siguiente amaneció tranquila, Isabella se movió lentamente, como si temiera romper la calma que la rodeaba. Por primera vez en semanas, había dormido profundamente. No hubo pesadillas ni pensamientos atormentados, solo la sensación tibia del cuerpo de Gabriel a su lado.
Él todavía dormía. Tenía el rostro relajado, los labios entreabiertos, la respiración acompasada. Isabella lo observó en silencio, recordando cuánto lo había amado desde el primer día en que lo conoció. A pesar de todo lo que había pasado —las dudas, los celos, los secretos— seguía sintiendo que su vida tenía sentido sólo cuando él estaba cerca.
Con delicadeza, estiró una mano y rozó su mejilla. Gabriel se movió apenas, abriendo los ojos lentamente. Al verla, sonrió con una mezcla de sorpresa y ternura.
— Buenos días, amor —murmuró con voz ronca.
— Buenos días —respondió ella, casi en un susurro.
Por un momento ninguno dijo nada. No hacía falta. El silencio entre ell