CAPÍTULO 55 — El sol siempre vuelve a brillar
Isabella se despertó antes de que amaneciera. Aún no estaba lista para hablar con Gabriel, no del todo, pero algo en su interior la impulsaba a hacer un pequeño gesto. Se levantó en silencio, caminando descalza por la casa, y preparó su comida favorita para llevar al trabajo.
Mientras cortaba las verduras, recordaba su última discusión. La desconfianza de Gabriel, las lágrimas contenidas, el orgullo herido. Y sin embargo, ahí estaba ella, preparando su almuerzo con ternura, como si las manos pudieran enmendar lo que las palabras habían roto.
Antes de salir, dejó sobre la mesa una pequeña nota doblada con cuidado:
“El sol siempre está con nosotros.”
Gabriel la encontró un par de horas después, mientras se alistaba para salir a la oficina.
Tomó el recipiente, leyó la nota y una sensación de calma lo envolvió. La simpleza de esas palabras era más poderosa que cualquier disculpa.
Sonrió.
No todo estaba perdido.
El amor de Isabella seguía ahí,