CAPÍTULO 143 — Las visitas equivocadas
Isabella solo había logrado sostener la fachada de mujer fuerte durante las horas que había durado la firma del contrato. Apenas salió de la oficina de Ángel Mendoza, sintió cómo toda la energía que había reunido para ese encuentro se le escurría como agua entre los dedos. Fátima intentó animarla: insistió en que salieran a comer, que caminaran un poco por el centro, que se tomaran un helado o aunque fuera un café para cambiar el aire. Pero Isabella no tenía fuerzas para fingir un minuto más.
— De verdad, Isa. No puedes seguir encerrada en ese dolor —le dijo Fátima con ojos preocupados.
— Hoy… no puedo. Lo siento —respondió Isabella apenas en un murmullo.
Fátima no insistió. La abrazó fuerte.
Y luego la dejó ir.
Isabella regresó a la casa de su madre como quien vuelve arrastrando pies y alma. La casa estaba vacía. Catalina había salido a hacer trámites, o quizá había ido a visitar a Camila al hospital; Isabella no lo sabía ni tenía cabeza para pr