Suya por tres meses
Suya por tres meses
Por: Karen Bodouir
Capítulo 1

Aba

Es el primer lunes de mi vida que me despierto ilusionada. Lo cierto es que no soy una persona a la que le gusten los lunes, o las mañanas, o madrugar; pero hoy es un día especial. Voy a coger un vuelo a Italia, y allí, llevaré a cabo el mayor proyecto de mi carrera laboral.

¡Ay! Había olvidado presentarme, soy Aba, tengo veinticinco años, y me dedico a la fotografía profesional, lo que en realidad quiere decir que suelo pasar largas horas rodeadas de novios histéricos que me han encargado su sesión de fotos de boda; de niños maleducados, que van a posar para mi por su comunión; o de intranquilos padres primerizos que quieren hacer una sesión de fotos a su bebé, pero no acaban de fiarse de dejarlo en mis jóvenes e inexpertas manos.

Pero este proyecto es diferente, es uno de esos encargos de los que presumiré durante toda mi vida. La familia Cardoglia me ha contratado para retratarlos a ellos, así como su viñedo, y la mansión familiar.

Durante tres meses tendré libertad absoluta para pasearme por una espectacular casa lujosa, y podré vivir en un país en el que el arte está presente en cualquier rincón. No puedo contener mi emoción, de hecho, estaba deseando que el despertador sonara para iniciar esta aventura.

Piero

Ya está anocheciendo, y cuando me doy cuenta, comienzo a preocuparme. La estúpida fotógrafa que mi hermana pequeña ha contratado no ha llegado. Pero bueno, era de esperar, pues yo sabía que este proyecto no tendría éxito.

La idea de Bea es inmortalizar nuestras vidas en un libro que podamos vender en la tienda de recuerdos del viñedo.

Como decía, una idea con poco sentido, como la fotótografa la que ha recurrido para ello. Una insulsa compañera de Universidad, que se ha especializado en fotografía.

En fin, aunque no tenga mucha esperanza en que salgo algo bueno de todo ello,  y más aún, porque Bea me ha pedido que sea yo el que reciba a su amiga, no puedo evitar mirar de nuevo el reloj, y marcar el número de móvil que mi hermana ha dejado apuntado en un post-it rosa en la enorme nevera de acero inoxidable.

Aba

El día no ha podido ir peor; primero, un vuelo retrasado; después, el coche alquilado no está reservado, he tenido que esperar casi dos horas a que me entregaran uno; y por último, mientras se disculpaban en una mezcla entre italiano e inglés, me han dado un descapotable precioso, que me ha hecho pensar que el día aún podía ser perfecto; pero alguien o algo parece empeñado en fastidiarme, porque una terrible tormenta ha estallado a menos de diez kilómetros de mi destino. La capota del vehículo se ha atascado, con lo cual ahora conduzco calada hasta los huesos, en medio de la noche, y por si fuera poco, no dejo de escuchar el zumbido del móvil en el asiento del copiloto.

Menos mal que al llegar a la mansión Cardoglia, el mayordomo me espera. En realidad no sé de quien se trata, pero veo una figura alta en la puerta de servicio, y me imagino que así es como deben de ser los mayordomos de una casa como esa.

Al bajar del coche, me observa estupefacto, y por un momento, hasta que le indico que no se quede parado y me ayude a sacar las maletas del coche, se queda parado,mirándome.

Piero

La chica es una inconsciente, una de esas turistas que quieren una experiencia “única”, ¿a quién se le ocurre viajar en un coche descapotable en una tarde como esa? ¿Es que no podía haber parado en algún lugar seguro y llamar a la casa?

Mientras saco sus bolsas de viaje, no puedo evitar fijarme en sus curvas, bien marcadas por el sugerente vestido blanco que lleva.

Como decía, una inconsciente, pero una inconsciente muy deliciosa...

Aba

Mientras lo sigo al interior de la casa, por donde circula muy veloz y sin prestarme apenas atención, me fijo en su espalda ancha y fuerte que se marca bajo la camisa. En mi mente su espalda está tan bronceada como su rostro, que contrasta visiblemente con el cabello rubio que corona su cabeza.

Esa espalda ancha, de brazos poderosos, desemboca en una cadera estrecha, y más abajo... prefiero, no mirar más abajo, porque el pantalón de traje gris perla marca un trasero increíblemente duro y perfecto.

La verdad es que estoy aquí para trabajar, pero supongo que no hay penalización por observar lascivamente a los trabajadores de la casa.

Un vez llegamos a la que va a ser mi habitación, me deja en la puerta y recatadamente me invita a descansar y darme un baño caliente para evitar un resfriado.

Piero

Me encamino hacia mi habitación, cuando me doy cuenta de que no le he ofrecido nada de cena. Pobrecilla, con la cara que tenía, no creo que le apetezca comer nada, pero en cualquier caso, me acerco a la cocina, y compruebo que la eficiente Rosa ha dejado un plato frío correctamente preparado y tapado para la fotógrafa.

Se lo llevo, y cuando me abre, tras varios minutos esperando en la puerta, se me seca la boca, y noto automáticamente la reacción de mi cuerpo. Aba lleva un albornoz, y como ha atado deprisa, deja entrever uno de sus pequeños pechos. Trato de imaginar el pezón que debe de estar a pocos centímetros de la piel que queda a la vista, y me noto endurecer aún más.

Tras varios segundos de silencio, y cuando ella se da cuenta de que tengo los ojos fijos en sus pechos; le entrego el plato, y me voy con una tosca despedida.

Piero

Al día siguiente Bea llega temprano, y lo revoluciona todo; lo que suele hacer siempre, la verdad. Cuando entro en el comedor, veo su maleta de mano en medio, las llaves con el llamativo llavero de peluche rosa sobre la mesa del desayuno, su chaqueta sobre el sillón... y dejo de mirar para no ver el desastre que ha montado en casa.

- Hermanito, no pongas los ojos en blanco, y dame un abrazo, que debería darte vergüenza no saludar adecuadamente a tu hermana preferida.

- Beatrice, tú no puedes ser mi hermana preferida... asúmelo, eres un desastre.

Ella sabe que bromeo, y se acerca y me echa los brazos a cuello, y me bombardea con cientos de preguntas que no me da tiempo a procesar.

- ¿Qué tal está Aba? ¿Le comentaste nuestra idea? ¿Le parece posible llevarla a cabo antes del verano? ¿Han llegado ya las nuevas botellas que vamos a usar esta temporada?

- A ver, terremoto Bea, para un poco. En primer lugar, creo haber escuchado, “nuestro proyecto”, querrás decir, “tu proyecto”, porque ya sabes que no creo que sea posible llevarlo a cabo.

Y ese es el momento que escoge Aba para entrar en el comedor, y mirar la escena con ojos de cervatillo lo asustado.

La miro de refilón,  y me preocupa que hoy me parezca mucho más deseable que anoche. Ahora, con el pelo castaño recogido en una cola de cabello, y sus enormes ojos mirándome asustados, la encuentro aún más deliciosa.

Aba

No sé que a que reaccionar primero, si al hecho de que Piero no sea el mayordomo, sino el dueño de esa enorme mansión, y mi empleador; o el hecho de haber escuchado que no confía en absoluto en que el proyecto fotográfico pueda daesarrollarse con éxito.

¿Debería disculparme por haberle pedido que me ayudara a cargar las maletas? ¿Debería aclararle que no puedo permitirme perder el tiempo porque de los ingresos de ese proyecto depende que pueda pagar el alquiler el resto del año?

Al final Bea decide por mi, e interrumpe el ciclón de pensamientos que me asola.

- Aba, no hagas caso de mi testarudo hermano, pronto se dará cuenta de que el libro de fotografías del viñedo será todo un éxito entre los visitantes. De hecho, en estos días, he pensado que quizá podamos utilizar parte de las fotografías para hacer postales que los turistas puedan m****r a sus hogares. Pero bueno, dejemos los negocios por ahora ¿Qué te parece Villa Cardoglia?

- Bueno, yo, no sé, no he visto mucho, pero parece que hay potencial.

- ¡Oh, Piero! No te creo, ¿No le has enseñado la casa, el jardín y el viñedo? Pensé que te encargarías de darle la bienvenida.

- Bea- interrumpo yo- apenas llevo aquí diez horas, mi vuelo llegó con mucho retraso.

- Entonces, vamos a descubrir cada rincón, tengo ganas de que empieces a fotografiar,  porque estoy segura de que me mostrarás mi hogar desde tu particular óptica.

Y así transcurre el resto de la mañana, con un paseo en el que Bea me enseña cada lugar de aquella inmensa propiedad, añadiendo detalles y anécdotas a cada momento. Me siento abrumada y cansada, y al volver a mi habitación, al caer el sol, estoy muy hambrienta, pues me doy cuenta de que no hemos parado al mediodía, pero decido ducharme y vestirme un poco mejor de lo que lo he hecho esta mañana cuando me he puesto unos vaqueros sucios, y un top arrugado, que estaba aplastado por las horas que llevaba guardado en la maleta.

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