La segunda invitación de Ethan la llevó de nuevo a la mansión Voss, pero esta vez no había farolas encendidas en el camino ni música flotando desde el interior. El portón se abrió al instante, recordó, como si alguien la hubiera estado esperando.
En lugar de un bullicioso vestíbulo lleno de invitados, Allyson encontró un ambiente más silencioso y selecto. Apenas una docena de personas se movían entre el salón principal y una sala adyacente iluminada por lámparas bajas. La chimenea crepitaba, pero el calor no suavizaba la tensión en el aire.
Ethan había aparecido desde un pasillo lateral, sin corbata, con las mangas de su camisa arremangadas. Sonreía con esa calma medida que ya había aprendido a interpretar como una máscara.
—Me alegra que haya aceptado. Esta noche es… distinta.
—Ya lo noto —respondió Allyson, observando cómo dos hombres junto a la ventana interrumpían su conversación para mirarla, antes de reanudarla en un tono más bajo.
—Los que están aquí —continuó él— no vienen p