El viaje hacia la ciudad se sintió interminable.
Las luces del camino parpadeaban contra el vidrio del auto, los faroles proyectando sombras irregulares en el asfalto mientras Asteria y Lysandra avanzaban sin apartar la vista del horizonte.
El aire dentro del vehículo no era silencioso, pero tampoco estaba lleno de palabras innecesarias.
Solo había un entendimiento mutuo.
Un acuerdo tácito de que lo que estaba por suceder no requería conversaciones vacías ni distracciones.
Asteria mantenía sus manos entrelazadas sobre su regazo, sus dedos presionándose con una fuerza que delataba su estado.
Cada kilómetro que las acercaba a su destino era otro golpe contra el escudo que había construido por años, otro recordatorio de que, después de hoy, su historia no sería la misma.
Lysandra, por su parte, no apartaba la vista de la carretera, pero no estaba ajena a lo que ocurría a su lado.
Podía sentir la tensión en Asteria como si fuera algo tangible, algo que flotaba entr