Lysandra bajó la mirada hacia ella, con algo parecido a una sonrisa melancólica curvando sus labios. Aunque no era alguien acostumbrada a mostrar afecto, había algo en la vulnerabilidad de Asteria que desarmaba las barreras que había construido.
—Estás bien aquí, Asteria —dijo Lysandra finalmente, su voz tan baja como reconfortante—. Puedes descansar. Yo estoy aquí para cuidar de ti.
Las palabras de Lysandra parecieron aliviar algo del peso en el pecho de Asteria, quien se acurrucó más contra ella, permitiendo que el calor de su presencia la envolviera. Aunque las sombras del peligro seguían acechándolas, ese momento de tranquilidad compartida se sintió como una pequeña luz en medio de la oscuridad.
El silencio se extendía mientras Lysandra permanecía quieta, sintiendo el peso de Asteria contra su cuerpo. Era extraño cómo una situación tan caótica podía dar lugar a un momento tan íntimo y tranquilo. Pero Lysandra sabía que la calma era solo momentánea; el mundo exterior todavía est