Capítulo: Una elección desesperada.
Anahí se acercó a él con pasos temblorosos, pero decididos.
Sus ojos estaban anegados en lágrimas, pero su rostro no mostraba debilidad, sino una mezcla peligrosa de tristeza contenida y orgullo herido.
El portón de la mansión se abrió con un crujido metálico, y por un instante, Alfonso creyó que aún había algo de piedad en su corazón, una puerta entreabierta hacia la redención.
—¡Escúchame, Anahí! —suplicó él, dando un paso al frente.
—Habla —respondió ella con voz firme, sin apartar la vista—. Tienes pocos minutos.
Pero el destino, cruel y preciso como un verdugo, no le dio tiempo.
Un taxi frenó de golpe frente a ellos. La puerta se abrió y descendió una mujer vestida con ropas ajustadas, su cabello suelto alborotado por el viento, los labios rojos como el pecado. Anahí sintió que el suelo bajo sus pies se resquebrajaba. La reconoció al instante. Era la misma mujer que había visto con Alfonso. Aquella imagen fugaz que se le había quedado clavada como una espina en el corazón.
El mund