La despedida de soltera había terminado antes de tiempo.
Rossyn, aun con el maquillaje intacto y los sentimientos enredados, salió del salón tomada del brazo de Alfredo.
La brisa nocturna del jardín del hotel le acarició el rostro con suavidad, como si quisiera consolarla.
Afuera, el auto negro de Alfredo los esperaba, iluminado por los faroles tenues del estacionamiento.
—Se acabó la despedida de soltera —dijo él, sin emoción, con la voz grave y contenida.
Rossyn esbozó una sonrisa forzada, sin saber bien qué decir. Se sentía vulnerable, había descubierto a su enemiga encubierta.
Se subieron al coche en silencio, y Alfredo arrancó. Durante unos segundos, solo se escuchó el zumbido del motor y la música suave de la radio.
Rossyn no podía soportarlo más. Necesitaba decirlo.
—Si te digo que Fátima me tendió una trampa… ¿Me creerías?
El rostro de Alfredo se endureció. No apartó la vista del camino, pero su mandíbula se tensó.
Ella tragó saliva y bajó la mirada al suelo del coche.
—Lo enti