Rossyn se levantó de la mesa con una sensación extraña en el estómago.
Había algo en el ambiente que la incomodaba. Una vibración sutil, como una advertencia silenciosa. Se llevó una mano al abdomen, intentando calmar ese mal presentimiento que crecía con cada segundo.
—Debo ir al baño —dijo en voz baja.
Azul, que no le quitaba los ojos de encima desde que Fátima apareció en la fiesta, se levantó casi al mismo tiempo.
—Voy contigo.
Pero justo antes de que pudiera seguirla, un mesero se le acercó con una sonrisa profesional.
—Señorita, necesitamos que firme unos detalles del servicio, por favor. Es sobre la cuenta del evento.
—¿Ahora? —frunció el ceño Azul, dudando.
—Solo tomará un momento.
Azul miró hacia el pasillo, vacilante.
—Voy sola —insistió Rossyn con una sonrisa que intentó parecer segura—. No tardo.
Sin saberlo, caminaba directo hacia una trampa.
Mientras se alejaba, Fátima la observaba con una sonrisa torcida. Cuando Rossyn desapareció tras la puerta del baño, Fátima hizo una