La puerta se abrió con suavidad, y Hernán entró a la habitación como un torbellino de alegría contenida.
—¡Hermana, te ves hermosa! —exclamó, con los ojos brillando.
Rossyn se giró al escuchar su voz, y su rostro se iluminó por completo. Corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, como cuando eran niños y él la protegía del mundo.
—Gracias, Hernán —susurró ella—. Tenerte aquí… me da más fuerza de la que imaginas.
Mientras ellos se abrazaban, Helmer, que aún permanecía en la habitación, los observaba en silencio.
Una sombra de dolor cruzó su mirada, pero no dijo nada. Guardó sus sentimientos como si fueran secretos sagrados. Nunca sería capaz de hacerle daño a Hernán, su hermano. Y menos ahora, cuando era claro que Azul solo lo amaba a èl.
El tiempo se escurrió rápido. Los últimos retoques al maquillaje, el velo colocado con ternura sobre su cabeza, y el ramo de flores que sus manos temblorosas apenas podían sostener. Luego, llegó el momento de bajar.
Rossyn descendió lentamente por la esc