—¿Qué es lo que querías decirme, Félix? —preguntó Orla, mirándolo con seriedad, aunque en el fondo temía la respuesta.
Félix sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
Su respiración se aceleró, el corazón golpeaba como un tambor dentro de su pecho. El simple pensamiento de perderla lo aterraba; su cuerpo temblaba sin que pudiera evitarlo.
—Yo… yo… —tragó saliva, buscando valor—. Es mi hermana. Ella… tiene amnesia, no recuerda a Alexis. Y Gustavo… Gustavo le contó todo a su manera. Ahora ella lo desprecia, lo rechaza.
Orla abrió mucho los ojos. Soltó la mano de Félix con brusquedad, como si necesitara aire.
—¡Dios! Eso es terrible… Alexis debe estar sufriendo mucho —dijo con voz quebrada. Su corazón se llenaba de compasión por su hermano.
Félix la miró con un dejo de amargura.
—Orla, él no la merece. Le hizo demasiado daño.
Ella bajó la mirada, incapaz de negar la verdad. Asintió lentamente.
—Lo sé… sé que causó dolor. Pero, te juro que la ama. —Sus ojos se humedecieron, brillando co