Los días avanzaron, y con cada amanecer, parecía que la vida de Nelly y Ethan se encaminaba hacia un nuevo horizonte.
Después de tantas tormentas, finalmente había un rayo de luz en sus vidas.
Habían regresado a la ciudad, dejando atrás un pasado lleno de altibajos, y se habían mudado a una casa cerca de la mansión familiar.
Era un nuevo comienzo, una segunda oportunidad que ambos anhelaban con fervor.
Al llegar a su nuevo hogar, Ethan no pudo contener su felicidad. Su rostro se iluminó al ver los juegos que había comprado para él: un columpio y una rueda de fortuna, que parecían sacados de un cuento de hadas.
Con cada salto y cada risa, su alegría reverberaba en el aire, y Nelly no podía evitar sonreír al verlo disfrutar de esos momentos simples, pero tan significativos.
—¡Un columpio! ¡Una rueda de fortuna! —exclamó Ethan, brincando de emoción como un niño pequeño.
Nelly observaba, desde la distancia, su corazón rebosante de felicidad al ver a su hijo jugar. Era un espectáculo hermos