Alexis se vistió con prisa, su corazón latiendo tan fuerte que parecía que todo el mundo podía escucharlo.
Cada botón de su camisa parecía una eternidad, cada corbata que se ajustaba le recordaba lo lejos que había llegado su desesperación.
Corrió hacia la puerta, la adrenalina recorriéndole cada nervio, mientras el aire fresco de la mañana le golpeaba la cara al salir.
Sienna avanzaba con pasos seguros, pero había algo en su mirada que lo desarmaba: una mezcla de determinación y vulnerabilidad que hacía que Alexis se sintiera un simple niño frente a su mujer.
Dentro de ella, algo se removía, un fuego que no había sentido en mucho tiempo: revivía el amor que siempre había tenido por él, pero lo acompañaba un dolor profundo, punzante, como un latido que nunca sanaba.
“¿Cómo murió nuestra relación?”, se preguntaba mientras sus pasos resonaban en la calle vacía.
De pronto, una mano la sostuvo por detrás. Era firme, inconfundible.
Alexis. Sus ojos azules buscaban los de ella con una inte