Alexis se quedó boquiabierto, como si las palabras que había escuchado fueran demasiado pesadas para procesarlas en ese instante.
Su mirada se clavó en Sienna, con un brillo de furia y de incredulidad. Su respiración se volvió pesada, su pecho subía y bajaba con violencia.
—No puede echarnos así… —su voz se quebró, aunque intentó mantener la firmeza—. Primero, porque tengo en mis manos una invitación oficial para postularme como proveedor. Y después… porque usted deshonró a mi hermana. ¡Y tendrá que responder por esto!
El aire en la sala se tensó de inmediato.
Oriana, con las manos temblorosas y el rostro desencajado por la indignación, dio un paso al frente.
Su voz resonó como un látigo que cortaba el silencio.
—¡Usted! —señaló al hombre con los ojos llenos de lágrimas y rabia contenida—. ¡Usted grabó a mi hija en un acto tan íntimo! ¡Se atrevió a exponerla de la forma más cruel y humillante! ¡Pagarán por esto, lo juro!
El hombre, con una frialdad que heló la sangre de todos, se limi