Nelly lo miró, clavando los ojos en él como si pudiera atravesarlo con su mirada, aunque sabía que nada de eso funcionaría.
Su corazón palpitaba con fuerza, con un ritmo errático que amenazaba con desbordarse de su pecho.
Cada músculo de su cuerpo se tensaba ante la mezcla de miedo y rabia que la recorría.
—¿Te gusta verme acabada? —preguntó, con la voz apenas contenida, temblando entre la indignación y la desesperación.
Él sonrió, esa sonrisa que siempre la había irritado y fascinado a la vez, esa que podía arrancarle un escalofrío y un deseo al mismo tiempo.
—El karma es terrible, ¿verdad? —dijo con calma, como si todo estuviera bajo su control—. La próxima vez, sé buena, para que te vaya bien.
Nelly negó con rapidez, girándose sobre sí misma para vestirse, apurando cada movimiento como si fuera una carrera contra el destino mismo.
—No sabes de lo que hablas —susurró, aunque su voz carecía de la fuerza que deseaba.
Estaba lista.
Tenía la ropa puesta, el bolso colgando del hombro, lo