Más tarde, ese mismo día.
Orla hojeaba con manos temblorosas las revistas y periódicos que se amontonaban en el asiento del auto.
Cada portada, cada titular, cada publicación en redes sociales repetía la misma noticia como un eco ineludible que le taladraba la cabeza:
“El heredero de los García Ruiz contraerá matrimonio con la hija de su probable proveedor estrella, la heredera Orla Dalton. El hombre incasable, ahora se unirá en tan solo quince días a la señorita Dalton.”
Orla sintió que el aire se espesaba en sus pulmones.
Esa unión, que debía ser motivo de orgullo y celebración, le parecía una prisión dorada.
Bajó del auto con torpeza, sus rodillas casi no le respondían.
Su madre, Oriana, la sujetó con firmeza por el brazo y la condujo hacia la boutique donde debían elegir su vestido de novia y el atuendo para la fiesta de compromiso de esa noche.
—Aquí encontraremos lo que necesitas —dijo Oriana con una seguridad que a Orla le pareció cruel—. Tu vestido de novia, y algo especial par