Tuvieron que volver a la iglesia. El aire estaba denso, como si el mundo se hubiera detenido en ese instante, cargado de un peso invisible.
Antes de entrar, Alexis se adelantó y tomó con fuerza el brazo de Sienna, impidiéndole avanzar.
—¿De verdad vas a casarte con otro hombre? —su voz temblaba entre furia y súplica—. ¿No me darás una oportunidad de redimirme? ¡Incluso hicimos el amor!
Sienna lo miró con aquellos ojos azules que en otro tiempo le habían pertenecido, que habían brillado para él con amor y ternura, pero que ahora solo destilaban frialdad y resentimiento.
Ella respiró hondo, como si contuviera un huracán dentro de sí.
Verlo ahí, tan cerca, tan arrepentido, solo removía las heridas abiertas de su pasado.
Recordó la noche que lo necesitó y él le dio la espalda. Recordó cada lágrima derramada en soledad.
Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga.
—Para ti hicimos el amor —dijo con voz cortante—. Para mí fue solo sexo. Solo quitarme las ganas, ¿entiendes? Lo que yo haga o