En el lujoso salón de la boda, el aire estaba impregnado de perfume caro, risas forzadas y el tintinear de copas de cristal.
El ambiente parecía feliz, casi perfecto, como una fotografía diseñada para la portada de una revista. Los invitados sonreían, algunos de verdad, otros solo por conveniencia.
La música envolvía el espacio con acordes dulces, y pronto, todos se pusieron de pie al ver llegar a los novios.
El aplauso fue un trueno colectivo.
Los novios, tomados de la mano, irradiaban una luz resplandeciente bajo la lámpara de cristal que iluminaba cada rincón.
Comenzaron a bailar frente a todos, meciéndose al compás de una canción de amor.
El público los miraba extasiado, convencido de presenciar un cuento de hadas.
Pero entre la multitud, había corazones ardiendo de rabia, deseo y dolor.
Sienna sintió, de repente, un brazo fuerte que la sujetaba con brusquedad.
Apenas pudo reaccionar cuando Alexis la arrastró discretamente fuera del salón, llevándola hacia el pasillo, y de ahí, ha