29. La Superluna y su General
Elara, aún con el corazón acelerado, no se lo piensa dos veces. Con rapidez, toma a Goldeye en brazos, lo aprieta contra su pecho y cruza la habitación con pasos apresurados, abre la puerta de cristal que da al balcón y lo deja en una esquina, donde Badru no pueda verlo desde el interior. Goldeye, lejos de resistirse, se acomoda entre las macetas, lamiéndose las patas con la calma de quien desconoce el peligro que acaba de sortear.
Elara se asegura de cerrar la puerta del balcón y pasar la llave. Suspira, sintiendo un poco más de control sobre la situación.
Cuando vuelve la mirada hacia el interior de la habitación, Badru está de pie al lado de su cama, más sereno, respirando con normalidad, aunque sus hombros todavía lucen tensos por la intensidad de lo que acaba de suceder.
Elara camina hasta el espejo, ansiosa por confirmar lo que hace un momento pudo ver: pero sus ojos han regresado a la normalidad. Ya no reflejan ese resplandor plateado de la Superluna. Parpadea varias veces,