35. Noche de práctica
El aroma a especias, frutas asadas y panes recién horneados inunda el comedor principal. Los sirvientes van y vienen como un ejército silencioso, colocando fuentes humeantes, jarras relucientes y platos decorados como si cada uno fuese una obra de arte comestible. La mesa, larga y de madera oscura, vibra bajo la riqueza del banquete: carnes doradas, guisos espesos, ensaladas que parecen jardines, panes trenzados, salsas que chispean de color. Todo es exceso, todo es elegancia.
Elara está sentada frente a la Madre Luna y a los dos SuperAlfas. El rey Aleron, en la cabeza de la mesa, levanta su copa y sonríe satisfecho. La Madre Luna, radiante en tonos plateados y suaves perlas, no disimula su entusiasmo. La conversación continúa entre platos que se ofrecen y copas que se llenan.
—Espero que todo esté de su agrado, Elara —dice la Madre Luna con su voz melodiosa—. Es un menú preparado para deleitar cada sentido.
—Sí, es… impresionante —responde Elara, sin saber bien qué elegir primero.