CAPÍTULO 14
Los Cimientos del Rey
El silencio que siguió a la tormenta de su pasión era denso y sagrado. En la lujosa Suite Este, el amanecer aún no se atrevía a romper la oscuridad, concediéndoles un tiempo prestado, un mundo de ilusiones entre las sábanas de seda arrugadas.
Por primera vez en años, quizás en toda su vida adulta, Alexander Hale durmió plácidamente. No era el sueño ligero y vigilante de un hombre que esperaba una emboscada en cada sombra, ni el descanso forzado por el agotamiento.
Era un sueño profundo, pesado y sin sueños, el tipo de olvido que solo llega cuando cada músculo, cada nervio tenso, finalmente recibe el permiso para rendirse.
A su lado, Samantha yacía en un estado de serena felicidad. El calor del cuerpo de Alexander era un ancla sólida en la oscuridad, una presencia que calmaba una inquietud que no sabía que tenía.
Lo observó dormir, el rostro del dragón que normalmente era una más