CAPÍTULO 5Libertad a medias El auto se deslizó por el camino privado con un silencio fantasmal, aplastando la gravilla bajo sus neumáticos como si triturara los últimos vestigios de la antigua vida de Samantha. — No puedo creer que esto me esté pasando – pensó, mirando la inmensa estructura frente a ella — Esto no me parece un hogar. Sino… una cárcel. La mansión apareció al final del camino. Una mole de arrogancia, acero y piedra blanca que se aferraba a la ladera de una colina y dominaba la ciudad desde lo alto, como un soberbio castillo. Era hermosa, imponente y tan fría como el corazón del hombre que la poseía.—Bienvenida a casa, Señora Hale”.Las palabras de Alexander resonaban en el interior de la limusina, como un eco cruel que sellaba su destino. La puerta del coche se abrió, pero ella no se movió. Estaba paralizada, sus piernas se negaban a obedecerla.El chófer esperaba, tan firme
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